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domingo, 21 de junio de 2015

Alcanzar la sabiduría emocional


Pensamientos, miedos, aspiraciones, dudas, complejos, envidias, sueños que cumplir, lamentaciones y emociones, un cúmulo de desordenadas emociones. Las personas somos un conglomerado de todo esto y mucho más. Una complejidad maravillosa que nos hace ser  valientes y a instantes, también vulnerables. Dualidades complejas en la cuales, creemos tener en control de nuestras vidas, y, sin embargo, nunca dejamos de tambalear como barcos a la deriva.
¿Seremos capaces alguna vez de alcanzar un equilibrio, una necesitada sabiduría emocional que nos haga comprendernos mejor a nosotros mismos y a los demás? Es difícil, lo sabemos. Todo un reto donde cada día habremos de indagar un poco más en nosotros mismos para alcanzar un conocimiento completo de lo que necesitamos y lo que somos.
En esta vida nerviosa llena de responsabilidades y problemas, apenas tenemos tiempo para escuchar nuestra propia voz. Son muchos los ecos que nos llegan. Palabras que nos ordenan. Obligaciones laborales y personales que nos inoculan el estrés y la ansiedad, esas enfermedades modernas que no curan las aspirinas ni las duchas calientes. La verdadera cura a muchos males actuales se encuentra a veces en nosotros mismos, en saber encontrar ese punto de equilibrio en el cual, una mañana decirnos en voz baja y orgullosos “hoy soy feliz, hoy me siento bien”. La sabiduría emocional tiene mucho que ver con ello
¿Cómo lograr alcanzar la sabiduría emocional?
Escucha a tu cuerpo más que a tu cerebro: 
Tu mente te abrirá cada mañana de inmediato la agenda del día: debes hacer esto y aquello. Debes llamar a tal persona, debes ir aquí, olvidarte de esa otra cosa porque no vas a tener tiempo. Nuestro cerebro es a veces maquiavélico y nos empuja como un motor aeronáutico hacia lo que se supone que debemos hacer.
Pero ¿qué dice tu cuerpo? ¿cómo te sientes? ¿te ves con fuerzas para levantarte de la cama? ¿sufres de muchos dolores de cabeza o musculares? Tal vez te esté indicando algo. Y es posible que llegue un instante en que a pesar de que tu cerebro te diga “adelante”, tu cuerpo te dirá “no puedo”. De ahí que sea básico que sepas escucharlo, porque las emociones se atenazan silenciosamente en él, en ese estómago lleno de nervios, en ese miedo que tensa tus cervicales… escúchalo.
Acepta lo que sientes: 
Nunca disfraces tus emociones con máscaras para disimularlas. No te reprimas, no te calles, no te guardes… disimular nuestros sentimientos como si no ocurriera nada nos irá fragmentando por dentro y en silencio. Emociones disimuladas que preferimos enterrar para aparentar que estamos bien o que no nos han hecho daño, es algo realmente peligroso para nuestro equilibrio. La sabiduría emocional llega con la aceptación de lo que somos, y lo que sentimos en un momento dado.
Haz lo que te haga sentir bien:
Tan sencillo y tan difícil. Hacer lo que sintamos y no lo que debamos. Es algo complejo sin duda, pero en la medida que podamos es esencial que busquemos siempre este fin. Hacer aquello que nos sea gratificante y que nos enriquezca, que nos haga sentir útil, es básico para nuestro desarrollo personal y emocional. No importa que por ejemplo, te pases la vida haciendo cosas por los demás, no es al resto del mundo a quien debes demostrarles algo, es a ti mismo. Porque la verdadera felicidad empieza siempre en la propia interioridad. Si estás feliz y satisfecho con lo que eres y aquello que haces, entonces serás capaz de aportar también bienestar al resto.
El cambio como oportunidad para madurar:
La vida es cambio. Es ir subiendo escalones, ahí donde encontrar la energía suficiente para asumir nuevos retos y realidades. La finalidad será siempre alcanzar tu propio bienestar. Atiende todo aquello que hay a tu alrededor, siente, escucha, aprende… un espíritu flexible que sabe adaptarse y que se enfrenta al mañana con optimismo, es una persona valiente que no teme a los cambios.
Desarrolla la empatía:
Para desarrollar una buena empatía, primero, hemos de ser capaces de escucharnos, de saber qué dicen nuestros sentimientos y emociones. Solo cuando seamos capaces de entendernos a nosotros mismos, también seremos capaces de leer en las emociones ajenas, comprenderlas y hacerlas nuestras. Acercarnos más a los otros y ponernos en su punto de vista para hacer las distancias más estrechas y la realidad, menos complicada.

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